sábado, 29 de diciembre de 2012

En el monte Gorbea

Empezar el año por todo lo alto

Miles de vascos arrancarán 2013 subiendo a la cumbre del Pagasarri, el Zaldiaran y el Gorbea en una tradición que no deja de sumar adeptos

¿Será la incertidumbre de un pueblo bueno y mártir que vive entre la montaña de sus tradiciones y el lago de la modernidad lo que impulsa a miles de vascos a recibir el año en las cumbres más altas de nuestro entorno? Seguramente no. Sin embargo, como cada 1 de enero, las cuestas del Gorbea, el Pagasarri, el Aratz, el Zaldiaran y tantas otras cimas se llenarán de mendizales dispuestos a saludar el 2013 por lo más alto. Lo mismo esperan los que optan por el cotillón discotequero, pero esa es otra historia.
Aunque no se trate de una tradición milenaria -esta costumbre comenzó a gestarse y arraigar con la llegada de la democracia a España- las tres últimas décadas han servidor para afianzar un hábito saludable -hay pocos en estas fechas- que no deja de ganar adeptos. El más multitudinario se produce junto a la cruz del Gorbea (1.481 metros), al que se calcula que suben más de 3.000 personas a lo largo del día. Muchas aún de noche para estar allí con las primeras luces del alba. Lugar inmejorable para desayunar, tomar una, o varias, copitas de cava e iniciar el descenso renovado y listo para enfrentarse a lo que tenga que venir.
El Gorbea, legendario y bocinero macizo en el que se besan los territorios de Álava y Bizkaia es la cita con más adeptos porque hasta él se acercan caminantes de ambas provincias. No obstante, cada una de las capitales vascas cuenta con sus otras populares ascensiones más locales. Desde Bilbao, al Pagasarri (los más animados siguen hasta el Ganekogorta). Desde San Sebastián, al Adarra y desde Vitoria al Aratz, segundo monte más alto de Álava con 1.443 metros, y al mitológico Zaldiaran. Sin duda, esta última es la más tradicional y la más arraigada de las caminatas porque fue en 1951 cuando miembros de la excursionista Manuel Iradier instauraron esta costumbre. Los clubes de montaña se encargan de llevar chocolate caliente y cava y los aficionados entonan villancicos y canciones de Donnay tras alcanzar la cumbre. Un detalle que se repite en casi todas las cimas vascas: San Cristóbal y Beriain en Navarra y Adarra en Gipuzkoa son también muy frecuentadas.
Lo que no acaba de quedar claro es la razón para iniciar con esta costumbre. La de subir al Aratz, por ejemplo, la crearon un grupo de amantes de la naturaleza de la capital hace 30 años. Se trataba de pasar un bonito día entre amigos. En otras fuentes se puede leer que esta forma de recibir el año ganó adeptos con el final de la dictadura. Esto ligaría con la sensación de libertad que todo el mundo experimenta al alcanzar la cima de cualquier monte. Sería una visión más romántica, tal vez idílica e inoculada en el subconsciente vasco desde la denomina 'literatura fuerista'. Quién sabe. Más probable es que las ascensiones de San Silvestre (al Gorbea también hay quien sube el 31 de diciembre) y San Almaquio se deban únicamente al deseo de sentirse en contacto con la naturaleza, respirar aire puro y estirar las piernas tras los excesos en la mesa. Es decir, las mismas razones que cualquier otro día del año cuando miles de vascos se calzan las zapatillas para pasear por el monte más cercano a su casa. En cualquier caso, cuando de tradiciones se trata, más efectivo que encontrar el porqué es preguntarse por qué no ¿Acaso puede haber algo malo en madrugar un poco y salir al campo?